El Gobierno asimila el paro de la CGT y buscará restablecer el diálogo pero sin Pablo Moyano

Los libertarios culpan exclusivamente al dirigente camionero por, supuestamente, arrastrar a sus pares a una medida de fuerza que, creen, pudo ser condenada internacionalmente.

Sociedad 08 de mayo de 2024 TELEDIARIO.COM.AR TELEDIARIO.COM.AR
Pablo Moyano.
Pablo Moyano.

El paro de este jueves y la suerte de la ley Bases en el Senado terminarán de signar el futuro de la relación entre el Gobierno y la CGT. La gestión libertaria tiene resuelto no clausurar el diálogo con la central obrera pero buscará excluir a Pablo Moyano, a quien sindican como artífice en última instancia de una medida de fuerza que otros sectores tradicionales no hubieran tomado con el camionero fuera de escena, según evalúan los funcionarios consultados por El Destape. 

Para los principales asesores de Javier Milei y para el propio Presidente el sindicalismo clásico está lejos de ser su rival. Por el contrario, el actual mandatario llegó a marchar en una convocatoria de Hugo Moyano en 2018 contra Mauricio Macri, se cuidó de excluir a la dirigencia de su clasificación de "casta" y ya en campaña se reunió con Gerardo Martínez y Luis Barrionuevo, a quienes imaginó como laderos de su gestión. La segunda huelga general en cinco meses de mandato enturbió ese panorama pero en modo alguno clausuró las vías de comunicación.

A diferencia de la previa a otras manifestaciones populares, el Gobierno no tiene pautado para las fechas concordantes con el paro anuncios a favor o en contra de las estructuras sindicales. Incluso en el funcionariado dijeron que no se analizó siquiera una presentación ante foros internacionales para que el Ejecutivo buscara una condena al paro. "La huelga es contra una empresa o una actividad, si es contra un gobierno y está en funcionamiento el Congreso cualquier organización internacional hubiera cuestionado a la CGT", precisó el responsable de un cargo clave que lleva años de recorrida por foros en el extranjero.

En el oficialismo creen que la puesta en marcha de una segunda medida de fuerza de alcance nacional, epílogo de un plan de lucha que comenzó con una huelga por 12 horas y tres movilizaciones propias (a Tribunales el 27 de diciembre, al Congreso el 24 de enero y la del 1 de mayo), además de su participación en otras como la del sector universitario, la del 24 de marzo y la del 8M, terminará por resultar en más desgaste para la CGT que para el propio oficialismo. 

En cambio, será clave el resultado legislativo de la ley Bases. En caso de prosperar la iniciativa con su capítulo de reforma laboral la invitación a reanudar las conversaciones será inmediata. Como casos testigo de ese vínculo se buscará apuntalar los fondos de cese que promueven en lugar de las indemnizaciones para sus actividades los gremios de Comercio (Faecys) y Gastronómicos (Uthgra), a cargo de los imperecederos Armando Cavalieri y Luis Barrionuevo, respectivamente. 

En el escenario contrario la relación tenderá necesariamente a volver al punto cero. En el Ejecutivo admitieron que no está en planes impulsar nuevas iniciativas en el campo laboral ante un eventual revés en el Senado. Será materia de debate luego de las elecciones de 2025 con una nueva composición parlamentaria, admitieron funcionarios. 

El panorama que trazan en el oficialismo trasunta decepción y fastidio. Suelen utilizar para caracterizar a los sindicalistas figuras como la del barrabrava que actúa de manera corporativa con sus pares o "ese chico del jardín de infantes que le pega una patada a la nena que le gusta para llamarle la atención". Es la forma que tienen de procesar que el grueso de la CGT se hubiese inclinado hacia la postura de Pablo Moyano en lugar de que la mayoría lograse arrastrar al camionero hacia un sendero de toma y daca con el Gobierno. 

Ese análisis omite que fue Milei quien ignoró apenas asumido a todo el sindicalismo, incluso al que le había prestado la oreja en la campaña. La indiferencia se plasmó en el terreno protocolar pero también -y sobre todo- en el armado de estructuras que históricamente tuvieron cuanto menos el monitoreo directo de los "gordos" de los grandes gremios de servicios o de los "independientes" siempre cercanos al poder de turno, como Trabajo (hasta Mauricio Macri intentó un acercamiento con un conocido como Jorge Triaca) o la Superintendencia de Salud. En ninguna de esas áreas la opinión de los sindicalistas fue tenida en cuenta. 

El puente que tendió en campaña Guillermo Francos quedó interrumpido por completo luego de la asunción de Milei y recién se activó una vez más con la convocatoria a la Casa Rosada de la "mesa chica" de la CGT para un encuentro con el jefe de Gabinete, Nicolás Posse, el propio ministro del Interior, el secretario de Trabajo, Julio Cordero, y el asesor sin cargo Santiago Caputo, portavoz de los compromisos del Presidente de una nueva etapa de escucha y respuesta. En la figura del publicista y titular del "Team Marlboro" y en Cordero el Ejecutivo cifra sus expectativas de encarrilar la relación con un espacio de poder al que hasta ahora no pudo acceder.

 

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