Toto, tenemos un problema: defaults de empresas y familias hasta el cuello

En palabras de un columnista de Ámbito Financiero, “las tasas de interés exorbitantes, con Costos Financieros Totales (CFT) que oscilan entre el 120% y el 193% anual, están lejos de impulsar el consumo o la inversión”.

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Luis Andrés Caputo.
Luis Andrés Caputo.

Milei y Caputo están endeudando al país por todas las vías posibles… para sostener el pago de la deuda fraudulenta y aceitada la bicicleta financiera. Esto no solo va a terminar con un nuevo quebranto nacional, sino con el de miles de familias y empresas. Así, mientras en los despachos oficiales sacan pecho celebrando “la vuelta del crédito” como un triunfo, detrás se profundiza una realidad crítica.

“Hagan carry trade”, fue la opción que ofreció Toto Caputo a todos los sectores patronales que reclaman por el achique de sus negocios, sea por el derrumbe del consumo y la recesión económica, o porque se ven perjudicados por la apertura importadora con apreciación cambiaria. No tenemos la misma posibilidad los laburantes, a quienes el gobierno nos pisa las paritarias y roba las jubilaciones, y nos sale carísimo endeudarnos para consumir. Sea como fuere, la expansión del crédito al sector privado viene de la mano de un crecimiento en la cantidad de hogares que no pueden costear la tarjeta y de un desfile de defaults corporativos que se suman a las miles de empresas que bajan la persiana.

Los prestamos a empresas y a consumidores se duplicaron en el último año, pero con ello también las moras en los pagos. Por eso aunque la tasa de morosidad todavía no haya alcanzado niveles tan altos (2,8% en las tarjetas de crédito y 4,1% en los préstamos personales), el hecho de que suban en porcentaje quiere decir que aumenta más rápido todavía que lo que se expande el crédito -el cual, vale aclarar, venía por el piso. Las familias se endeudan porque no llegan a fin de mes, pero cada vez más encuentran problemas para pagar incluso el mínimo para refinanciarlas. Hay además un repunte de los cheques sin fondos.

En palabras de un columnista de Ámbito Financiero, “las tasas de interés exorbitantes, con Costos Financieros Totales (CFT) que oscilan entre el 120% y el 193% anual, están lejos de impulsar el consumo o la inversión”. No hace falta comparar esos porcentajes con el cepo del 1% mensual a las actualizaciones salariales, o la indexación jubilatoria que impide que recuperen algo de lo perdido con la inflación.

Tampoco tiene relación con la tasa del 30% anual que pagan los mismos bancos por los plazos fijos. Esta diferencia entre lo que pagan y lo que cobran es el negocio explica la buena perfomance del ítem “intermediación financiera” en los relevamientos de la actividad económica, mientras el resto se hunde. Aunque, a la vez, eso también redunda en un estancamiento de los depósitos del sector privado, lo cual resta liquidez para seguir expandiendo el crédito.

Con esas altas tasas de interés los bancos se cubren ante un mayor riesgo de préstamos incobrables. Pero además ya están restringiendo el crédito, lo que se ve sobre todo en los hipotecarios; ante una demanda que sigue en ascenso, aumentaron las tasas, acortaron plazos y endurecieron los requisitos para otorgarlos. El lobby de los bancos y los desarrolladores inmobiliarios para superar la escasez de liquidez en pesos es avanzar hacia una “securitización” con la posibilidad de vender las hipotecas. Es lo que en Estados Unidos estalló con la burbuja de las subprime en 2008, detonando un crack financiero monumental y millares de desalojos. "Se viene la revolución de los seguros", tuiteó hace un mes Federico Sturzenegger después de una reunión con Milei. Se imaginan en qué estafa puede terminar...

Mientras tanto, la morosidad también alcanza a muchas pymes que están fuertemente apalancadas y ahora su nivel de actividad no les alcanza para pagar las deudas. Especialmente en el sector de la construcción, donde los costos siguen subiendo en flecha. Pero el panorama se completa con importantes defaults de empresas más grandes, con pasivos de centenares de millones de dólares. El último es el de la petrolera Aconcagua Energy, que se suma a los de las firmas de agronegocios Los Grobo, Surcos y Agrofina, las energéticas del Grupo Albanesi o Celulosa Argentina. Entre la lista de heridos por esto se cuentan miles de pequeños inversionistas que vía apps colocaron su dinero en las obligaciones negociables (ON) de estas empresas. El capitalismo real.

Otro efecto de estos defaults es que restringen la posibilidad de otras firmas de acceder a financiamiento en dólares, lo cual no solo augura más caída de la actividad económica por falta de inversión sino además la imposibilidad de refinanciar sus deudas y por lo tanto nuevas quiebras. El financiamiento en pesos está carísimo, porque los bancos prefieren las tasas siderales que les paga el Tesoro, muy por encima de la inflación. Es un costo financiero descomunal, que no se expresa en un déficit fiscal únicamente porque se capitalizan los intereses: solo por este concepto en mayo la deuda pública en pesos se incrementó el equivalente a más de 5.500 millones de dólares. Negoción de los bancos “con la nuestra”.

Para colmo, el gobierno modificó la normativa de los encajes bancarios, que son los fondos que deben dejar inmovilizados los bancos como garantía a los ahorristas que quieran retirar sus depósitos, promoviendo que puedan usar más títulos de deuda pública. Es decir que esa plata les rinde jugosas ganancias y, llegado el caso, un default del Tesoro dejaría en la lona no a los especuladores sino a los depositantes cuyos ahorros están invertidos en esos papeles. En estas condiciones, es lógico que los grandes empresarios saquen sus fondos en lugar de apostar al tan proclamado desarrollo del mercado de capitales argentino.

El correlato detrás de todo esto es una formidable fuga de capitales, no solo por la ventanilla del pago de la deuda externa. Según el balance cambiario del Banco Central en abril, después de la flexibilización del cepo, las personas retiraron del sistema financiero más de 2.000 millones de dólares, las empresas extranjeras se llevaron 700 millones, la reinversión de utilidades cayó a casi la mitad (830 millones menos), y fugaron casi 1.500 millones de dólares vía el pago de deudas comerciales a sus casas matrices (fundamentalmente las automotrices).

Esta descapitalización del país es la explicación del declive de la economía argentina. Es el parasitismo capitalista, que quieren subsanar parcialmente con una mayor rentabilidad derivada de la superexplotación de los trabajadores mediante una reforma laboral. Es con ese norte estratégico que los capitalistas entronizan a Milei y su ofensiva contra los trabajadores, aún cuando sea evidente que su política económica terminal mal y por eso no invierten un dólar. Y en el caso de que salga bien, servirá para habilitar un nuevo ciclo de endeudamiento a costa de pauperizar aún más nuestras condiciones de vida.

Para que no paguemos la quiebra los trabajadores, tenemos que aplastar a este gobierno de timberos.

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