Números rojos: cuánto se desplomaron los salarios con Milei en el poder

Un informe de la CTA Autónoma revela que el salario mínimo cayó más de un 30% en apenas cinco meses de gobierno. El deterioro golpea fuerte en el transporte, el Estado y la informalidad creciente.

Sindicales / GremialesHoyTELEDIARIO.COM.ARTELEDIARIO.COM.AR
Pesos argentinos.
Pesos argentinos.

Luis Campos, investigador del Instituto de Estudios y Formación de la CTA Autónoma, trazó un diagnóstico lapidario del mercado laboral argentino bajo el experimento libertario de Javier Milei: el salario mínimo vital y móvil se hundió un 31,5%, con niveles que retroceden a julio de 2003 y una mediana salarial que ya se ubica por debajo de la línea de pobreza. El relato oficial festeja estadísticas de empleo que en realidad esconden una precarización extrema, con changas, doble jornada y familias que dejan de comer carne para llegar a fin de mes. “Cinco de cada diez trabajadores registrados no llegan a cubrir la canasta básica”, advierte Campos. El futuro ya llegó, pero con hambre.

“En lo que va del gobierno de Javier Milei, el salario mínimo vital y móvil cayó un 31,5%”, dispara Luis Campos sin rodeos. Investigador del Instituto de Estudios y Formación de la CTA Autónoma, sus datos son demoledores. El derrumbe salarial no es solo una percepción: es un hecho documentado. El sueldo básico que se utiliza como referencia para millones de trabajadores y planes sociales es hoy un 14% más bajo que durante la década del 90. Es decir: ni en la convertibilidad el deterioro fue tan brutal.

Campos pone el foco en un caso emblemático: el de los colectiveros, trabajadores del transporte automotor de pasajeros que vieron esfumarse un 20% de su poder adquisitivo desde la llegada de Milei a la Casa Rosada. “Esto explica por sí solo el malestar y el conflicto, más allá de las internas gremiales”, aclara.

Pero el transporte no es el único sector golpeado. “La caída promedio en el sector público ronda el 15%”, precisa el especialista. Una cifra que parece moderada hasta que se la traduce en términos cotidianos: “Es como si hubieran trabajado dos meses gratis”. Y esos dos meses, lejos de desaparecer del calendario, se reparten en cuotas de miseria a lo largo del año: comer peor, vestirse menos, posponer visitas médicas, cancelar salidas. Ajustar la vida entera.

Campos ofrece un ejemplo elocuente: el del asado. En muchas familias, pasó de ser una tradición mensual a un recuerdo lejano. “Ahí la caída es del 100%. Y eso tiene un costo emocional muy fuerte. Se vive con sufrimiento”, narra.

LA MEDIANA DE LA INDIGNIDAD

Lo que más preocupa no es solo la caída del salario mínimo, sino el desplome generalizado del ingreso en los sectores supuestamente “mejor” posicionados. Hoy, el 50% de los trabajadores registrados del sector privado cobra menos de 1.200.000 pesos. Es decir, no alcanza siquiera a cubrir la canasta básica para una familia tipo. No estamos hablando de cuentapropistas ni de trabajadores informales: hablamos de gente con recibo de sueldo que trabaja ocho horas o más por día y que, aun así, es pobre.

El fenómeno es tan alarmante como invisible. “Lo que termina pasando es que esos trabajadores salen a hacer dos, tres, cuatro horas más con una aplicación. Entonces el INDEC registra un ingreso mayor, pero porque se trabajó más. Mucho más”, explica Campos. Es la trampa estadística de la precariedad: aumenta la ocupación, pero solo porque los despedidos se reinventan como deliverys o feriantes. La Argentina se llena de ocupados pobres.

En 2024 se perdieron cerca de 200.000 empleos formales. Sin embargo, los números del empleo general no bajaron. ¿Milagro? No. Lo que ocurrió fue que la expulsión del trabajo registrado se “compensó” con el aumento de cuentapropistas: changas, venta ambulante, repartos. “Lo festejaba Sturzenegger en redes”, ironiza Campos, “pero en realidad es un síntoma de precarización extrema”.

EL DATO, LA VIDA Y LA ESTADÍSTICA

En los 90, el ajuste venía por el lado del desempleo: millones sin trabajo. Hoy, el ajuste se filtra por la calidad del empleo, por la fragmentación horaria, por la informalidad rampante. Y también por una estadística anestesiante que disfraza la miseria de dinamismo.

Las cifras que maneja Campos son crudas. La mitad de los trabajadores argentinos está hoy fuera del empleo formal. Y esa mitad no incluye a monotributistas. Son trabajadores informales, cuentapropistas no registrados, gente sin aportes. Y del otro 50%, la mitad cobra por debajo de la línea de pobreza.

La ecuación es tan perversa como precisa: trabajar ocho horas ya no garantiza escapar de la indigencia. El esfuerzo no tiene recompensa. El mérito es una estafa.

PRECARIZACIÓN TOTAL

Lo más grave de esta situación no es solo el presente, sino la perspectiva. El país no está creciendo. No hay una salida en el horizonte. “Estamos volviendo a niveles salariales de los primeros años posteriores a la convertibilidad, pero con una diferencia: en aquel momento la economía crecía. Hoy no”, remarca Campos.

El modelo libertario, lejos de abrir las puertas al “milagro económico”, está produciendo una nueva forma de exclusión: la del trabajador pobre con doble jornada y sin descanso. Un país donde tener empleo no alcanza para vivir.

PRENSA OBRERA. -

Últimas noticias
Te puede interesar
Ranking de noticias