La fuga hacia adelante del presidente estafador

En un escenario donde la democracia argentina muestra signos de deterioro, las señales de alarma crecen y la fragilidad del mandatario quedó expuesta.

Interés General02 de marzo de 2025TELEDIARIO.COM.ARTELEDIARIO.COM.AR
Javier Gerardo Milei.
Javier Gerardo Milei.

El escándalo de la criptomoneda $LIBRA puso a Javier Milei en el centro de investigaciones por estafas y sobornos que alcanzaron la tapa de medios internacionales. Mientras su gobierno intenta contrarrestar la crisis con golpes de efecto y campañas digitales, la credibilidad presidencial se desploma y las denuncias avanzan. En un escenario donde la democracia argentina muestra signos de deterioro, las señales de alarma crecen y la fragilidad del mandatario quedó expuesta.

Para Javier Milei el ejercicio de poder es performático. Cada mensaje por cadena nacional, cada entrevista, cada anuncio, cada decreto, cada medida de agresión a los argentinos a los que juró defender, cada amenaza vertida en sus redes, cada línea repetida por sus cuantiosos voceros, todo busca proyectar poder como la sombra agigantada de un objeto diminuto. La verdad es otra: el presidente está siendo investigado por estafas y sobornos en el marco de un escándalo que llegó a la portada de los medios más importantes del mundo y que involucra cientos de millones de dólares. Lo ha visto el planeta y de eso ya no hay vuelta atrás.

$LIBRA lo cambió todo. Hasta las siete y un minuto de la tarde del viernes 14, Milei tenía poco para perder. Después de ser presidente podría dedicarse a dar conferencias en todo el mundo, copiar libros y liderar una secta o una facción de una secta de lunáticos. A partir de su tuit promocionando la compra de la criptomoneda amañada, las apuestas aumentaron dramáticamente. Al final de su mandato, cuando eso suceda, lo esperan procesos judiciales en varios países del mundo por estafa, sobornos y otros cargos vinculados a actos de corrupción y mal desempeño de sus funciones. Los elementos para condenarlo son abundantes.

Ni todos los golpes de efecto del mundo, ni los medios adictos, ni los ejércitos de trolls y de bots pueden tapar esa certeza ni las noticias que este fin de semana llegaron a la tapa del New York Times. “Cripto escándalo atrapa al presidente argentino” es el título de la nota que confirma con múltiples fuentes en off y en on the record lo que anticipó El Destape: que Milei es socio de Mauricio Novelli, que Tech Forum fue una tapadera para recaudar fondos a cambio de una foto o una reunión con él, que varios empresarios pagaron para tener acceso privilegiado y que por una suma más importante podían garantizarse negocios con el Estado nacional.

Mientras los protagonistas del plan delictivo sólo consiguen incriminarse más cuando intentan borrar pruebas, las redes siguen sacando a la luz material de archivo que ratifican otras sospechas. En estos días vimos un video de Manuel Terrones Godoy, socio de Novelli en Tech Forum, que en los últimos días de enero, mientras se planificaba el lanzamiento de $LIBRA, contaba con lujo de detalles el fondo de la cuestión: un mecanismo de recaudación de dinero para el armado político y las campañas de La Libertad Avanza. Una vez más: todos los caminos conducen a Karina Milei, la encargada del dinero.

Al comentar sobre la criptomoneda que lanzó Donald Trump, Terrones Godoy dice que es un mensaje “brutal” de que “se puede hacer de todo en el mundo cripto”. Trump “no va a ser el único presidente que tenga su token. Porque lo que permitió esto es tener todo el poder de fuego para financiar partidos políticos e influencia. Con esto puede poner senadores, diputados, gobernadores, tiene capital” para financiar campañas. “Esto lo va a replicar mucha gente”, decía Terrones Godoy mientras lo replicaba. “Lo que se evita es robarle al Estado para hacer política. Los políticos roban al Estado para hacer política. Con esto no hace falta”, concluyó.

A pesar de haber intensificado la actividad de bots para contrarrestar las noticias adversas, desde hace dos semanas que las narrativas oficiales no logran hacer pie en las redes, su territorio más propicio. Este viernes, mientras el gobierno hacía un inmenso esfuerzo desde su usina digital para impulsar el hashtag #RenunciaKicillof, terminó imponiéndose su reacción, #RenunciaMilei. Una batalla poco significativa en términos numéricos pero que golpea al mandatario en donde tiene su mayor activo. Desde hace dos semanas el despacho de Santiago Caputo trabaja en estado de emergencia y nada de lo que intentaron hasta aquí pudo desviar la conversación.

Por otra parte, un estudio de la consultora Sentimientos Públicos da cuenta de que para el 52 por ciento de los argentinos la participación de Milei en $LIBRA “es grave” y que en ese número hay que contar a uno de cada cinco votantes de Milei en el ballotage. Adicionalmente, el 53 por ciento de los encuestados señaló que considera al presidente “cómplice” en esa estafa y cree que se benefició de ella. Si bien el impacto de las novedades, a comienzos de un año electoral, no parecen haber movido la intención de voto, un margen pequeño puede significar la diferencia entre triunfo y derrota en un escenario polarizado. Y las réplicas del sismo no terminaron.

Durante las 72 horas fatales que siguieron al lanzamiento de la criptomoneda Milei dejó en el camino las tres virtudes cardinales de su personaje público, las que lo llevaron en una carrera vertiginosa del anonimato a la televisión y de ahí a la Casa Rosada, todo en un lustro. Él era percibido y apreciado por sus votantes como una figura idónea (incluso experta), honesta y auténtica. El escándalo de $LIBRA y su débil defensa pusieron en entredicho la primera; las denuncias sobre coimas impactan directamente en la segunda y la fallida entrevista pautada con Jonatan Viale deshizo cualquier ilusión respecto de la tercera.

En ese contexto, sólo una clase dirigente que ha decidido, en su inmensa mayoría, creer el engaño de un Milei poderoso, o hacer de cuenta que lo cree, le permite a un personaje de tan baja estatura (moral y política, desde ya) hacer cosplay de dictadorzuelo bananero y avanzar, sin resistencia, en la destrucción sistemática y anunciada de las capacidades y de la legitimidad del Estado argentino como estamos viendo desde el comienzo de su mandato, pero con una intensidad inédita en las últimas semanas. No se trata de un “giro autoritario”. Esa etapa quedó atrás hace rato. Ya estamos hasta el cuello en un régimen no constitucional.

Las señales estaban en su lugar desde la campaña, o antes. Para cuando disputó el ballotage, Milei ya había dicho que no creía en la democracia, ya había justificado el terrorismo de Estado en los mismos términos que Massera, ya había advertido que en su gobierno las protestas serían brutalmente reprimidas, incluso utilizando a las Fuerzas Armadas. El decreto 70/23 fue un giro autoritario en los primeros días de gobierno. Comprar votos para obtener superpoderes fue otro giro autoritario. Vetar todo lo que sale del Congreso, gobernar sin presupuesto, armar la Corte Suprema por decreto. ¿Cuántos giros autoritarios hacen falta para cambiar una lamparita?

La Constitución Nacional establece en su primer artículo un sistema de gobierno representativo, republicano y federal. Es difícil argumentar que esas condiciones se corroboren. No es federal: desde la Casa Rosada se incumplen los compromisos que garantizan las competencias provinciales y se amenaza con la intervención a los gobernadores díscolos. No es republicano: la división de poderes no rige cuando se vetan automáticamente todas las iniciativas del Congreso y la Corte Suprema deserta su rol de guardían de las leyes. Y no es representativo: la compra de diputados y senadores distorsionan de forma inadmisible la voluntad popular.

El clásico “Cómo mueren las democracias”, de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, describe a la perfección este proceso: “¿Cómo hacen añicos las instituciones democráticas que supuestamente los limitan las personas autoritarias elegidas para el gobierno? Algunas lo hacen de un plumazo. Pero, con más frecuencia, el desmantelamiento de la democracia se inicia de manera paulatina. Para muchos ciudadanos al principio puede resultar imperceptible. Al fin y al cabo, se siguen celebrando elecciones, los políticos de la oposición continúan ocupando escaños en el Congreso y la prensa independiente sigue publicándose”.

Agregan: “La erosión de la democracia tiene lugar poco a poco, a menudo a pasitos diminutos. Cada uno de esos pasos, por separado, se antoja insignificante: ninguno de ellos parece amenazar realmente a la democracia. De hecho, los movimientos del gobierno para subvertirla suelen estar dotados de una pátina de legalidad: o bien los aprueba el Parlamento o el Tribunal Supremo garantiza su constitucionalidad. Muchos de ellos se adoptan con el pretexto de perseguir un objetivo público legítimo (e incluso loable), como combatir la corrupción, garantizar la “limpieza’ de las elecciones, mejorar la calidad de la democracia o potenciar la seguridad nacional”.

Es un guión que no es nuevo. La diferencia es que el presidente argentino está haciendo en poco más de un año lo que a Viktor Orban y Benjamin Netanyahu les tomó más de una década. El autócrata húngaro fue uno de los invitados de honor en la ceremonia de toma de posesión de Milei el 10 de diciembre de 2023. El israelí, en tanto, fue el primer jefe de Estado al que visitó en febrero de 2024. A esta altura del partido existe un consenso generalizado que indica que en ninguno de esos dos países hoy rige una democracia plena. Se habla de autocracias electivas, de posdemocracias, de autoritarismos plebiscitarios. Argentina sigue ese camino.

Todavía no es demasiado tarde. Milei sigue siendo un presidente frágil. Tiene apenas 40 diputados propios y un puñado de senadores. Los dólares se queman todos los días y es incierto, a esta altura, que el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, cuando llegue, sea suficiente para detener la sangría. En 2018, por el contrario, fue la bandera roja que encendió todas las alarmas. Si no lo recuerda Milei puede preguntarle a su ministro de Economía, Luis Caputo, que lo vio de cerca. Sigue siendo, sobre todo, un presidente que, ante los ojos del mundo, es un estafador y un coimero, que sólo puede llegar hasta donde lo dejen.

Su discurso de apertura de sesiones dibujó un horizonte de extremismo desembozado: mano dura, retórica antiinmigrante y la amenaza de seguir gobernando por decreto si el Congreso no se atiene al guión escrito en el primer piso de la Casa Rosada. Pero también expuso a un presidente gastado, fuera de su eje, como si se diera cuenta de que el futuro no tiene nada bueno reservado para él. A esta altura del partido ya no depende tanto de Milei como de lo que hagan aquellos que tienen, todavía, herramientas institucionales para ponerle un freno. Cuanto más tiempo sigan dejando pasar, más alto será el costo a pagar.

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